El Día de Muertos no es un día común en la cultura mexicana; es una celebración que se celebra una vez al año. Es una celebración para honrar la memoria de quienes han fallecido y recordar el impacto que tuvieron en quienes aún viven.
El Día de Muertos no celebra la muerte, sino la continuación de la vida. En la tradición mexicana, la muerte no es el final: solo muere el cuerpo, mientras el espíritu viaja a Chicunamictlán, la tierra de los muertos. Es un día especial en que Chicunamictlán se une con la tierra de los vivos, un día que las familias lo celebran juntos.
Las familias crean altares durante el Día de Muertos para guiar a las almas de sus seres queridos a sus hogares y compartir un día más juntos. Los altares incluyen fotos, agua, sal, incienso, flores de cempasúchil, pan de muerto, calaveras de azúcar, las comidas favoritas de los fallecidos y papel picado, entre otros objetos significativos para cada familia. Cada elemento del altar tiene su propio simbolismo.
Una buena película que no solo representa el Día de Muertos, sino que también muestra cómo es una celebración tradicional y cómo se ve un altar, es la película Coco, de Disney.
El pan de muerto es una delicia y un elemento importante durante este día. Un pan o un pedazo se coloca en la ofrenda, mientras que otro pan se disfruta en familia. Este pan tiene forma circular, con la parte de arriba decorada en forma de huesos, que representan a los fallecidos. El pan simboliza el ciclo de la vida y la muerte.
El pan de muerto tiene sus raíces en la época de los aztecas, cuando también se ofrecía como ofrenda. Según el artículo del Gobierno de México, los papalotlaxcalli eran panes con sellos de mariposa, diferentes al pan que conocemos hoy, y se ofrecían a la diosa Cihuapipiltin en dedicación a las mujeres que fallecieron durante el parato. Se creía que estas mujeres provocaban enfermedades en los niños. Durante la conquista española, el pan de muerto se transformó en la versión actual con la introducción del trigo y el diseño que conocemos hoy.
De manera fascinante, el artículo escrito por el Gobierno de México indica que el pan de muerto que conocemos hoy es más parecido al ‘huitlatamalli’, un alimento relacionado con el tamal.
El pan de muerto también une a las familias durante la celebración, cuando comparten el pan y recuerdan los momentos vividos con quienes ya no están. Es una manera de conectar a los vivos con los muertos en esa noche especial.
Hay variedades de pan de muerto, que dependen de la región o el estado de origen. Según AD magazine, existen 12 tipos de pan de muerto. Además del tradicional, está el pan de ofrenda de Michoacán, las encaladillas del estado de México, el pan de muñeco de Guerrero, entre muchos otros, cada uno originario de distintas regiones de México.
En mi familia, algunos comen el pan de muerto acompañado de café y otros con leche, pero lo más importante es la convivencia familiar.
Recuerdo que nunca ha faltado el pan de muerto en mi casa el 2 de noviembre. Mi mamá nunca quería esperar hasta el mismo día para comprarlo, porque siempre estaban todos vendidos ese día.
Cuando tenía alrededor de nueve años, me hicieron creer que el pan de muerto era hecho con cenizas. Me asusté tanto que no volví a comer durante muchos años.
Mi madre me explicó cómo se prepara realmente y que no se utilizan cenizas. Fue hasta la adolescencia que finalmente volví a comer pan de muerto, un pan suave y delicioso, espolvoreado con azúcar por encima.
Ahora, estando lejos de casa, el pan de muerto representa para mí la unión familiar y un toque de dulzura en la vida.
