“Beatriz at Dinner” es una película dirigida por Miguel Arteta, que abarca varios temas sociales de mucho interés. Algunos de estos temas son: las clases económicas, el estatus migratorio y el respeto a la naturaleza.
Beatriz, el personaje principal de la película, es una mujer de origen humilde y mexicano que reside en California y que se desempeña como masajista y sanadora holística en una clínica para pacientes con cáncer.
Desde el inicio y casi de inmediato, la película te transporta a un manglar en Guerrero, un lugar hermoso y sereno lleno de agua donde Beatriz gozó parte de su infancia y que a lo largo de la película, se hace ver cada vez que ella cierra los ojos. Normalmente, los clientes de Beatriz son personas con cáncer, aunque frecuentemente, proporciona masajes a una mujer adinerada llamada Cathy, con quien comparte una amistad y que vive en Newport Beach, donde el drama del filme se desenvuelve en su mayoría.
Un día que Beatriz acude a dar precisamente un masaje a Cathy, su carro se avería y se ve obligada a pasar la tarde con la familia de Cathy y unos invitados especiales. Allí, conoce a Doug Strutt, interpretado por John Lithgow, un millonario inmobiliario, entre otras amistades. Durante la cena, Beatriz, amante de los animales, se da cuenta del abismo de diferencias que hay entre ella y todos los demás ahí presentes. Doug muestra una foto posando con un rinoceronte que él mismo cazó, y Beatriz termina por aventarle el celular.
Sin duda, es una película que tiene vertientes llenas de emociones donde Beatriz es un ser radiante de paz y centinela de la madre naturaleza. A ella, no le cabe en el alma la violencia emprendida hacia los animales. En cada animal, Beatriz ve a su cordero quien ella hace poco perdió en manos de un vecino molesto, dicho cordero se vuelve un tema recurrente en la película.
Si alguien de nosotros fuera Beatriz, habría preguntas que posiblemente vendrían a nuestra mente. Por ejemplo, ¿Acaso soy la única persona que ve lo que pasa aquí? ¿Acaso estoy sola(o) en este sentimiento?
De hecho, después de ese suceso, Beatriz se retira y sube a una habitación donde averigua quien es ese magnate con quien compartió la cena y llega a la conclusión que Doug es la “fuente” de todo el mal que acoge a la resto de la gente, que no hay un mal que trabaje separado, ni un suceso en solitario que no desate una cadena de males. Entonces, se reúne nuevamente con los invitados y después de cantar una hermosa canción, ella encara a Doug por lo cual es retirada
a una habitación donde Cathy la cuestiona y le dice que no la reconoce, a lo que Beatriz responde sin titubear “You don’t know me”. Y es que en realidad, te hace cuestionar, uno puede saludar a un vecino todos los días y pensar que lo conoce, pero en realidad, ¿Acaso uno se toma el tiempo para realmente conocer a esa persona? Cathy desconocía tanto de Beatriz, que jamás vio que esa mujer quien dedicaba su vida a ayudar a otros estaba cansada y agotada de nadar contra la corriente todos los días. Beatriz cerraba los ojos y soñaba con otra corriente, con la de su natal país, con lo que no podía tener, porque no estaba ya segura de volverlo a ver.
Sin duda, es una película que urge a cuestionar algunas sucesos en nuestras vidas y sobretodo, a analizar los comentarios que muchas veces hacemos sin tener en cuenta a los demás.
Es definitivamente una película no convencional. Fue una de esas películas que te acompañan y se quedan grabadas en la memoria. Intentó abordar varios temas de conflicto social actuales, aunque a manera de interpretación personal, no sentí que se haya enfocado a profundidad en ninguno salvo al tema de protección ambiental. El final es quien pudiera dejar al descubierto la verdadera intención del mensaje en la película que si bien sería: Aprende a nadar contra la corriente o entrégate a ella.
Digna de ir a ver, el final te sorprenderá.