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Los percances de un activista de los derechos humanos en México

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Vladimir Salazar

Persecución por el gobierno estatal, amenazas de muerte por parte de la policía mexicana y darles una voz y representación a grupos marginados, son algunas de las cosas que Víctor Clark-Alfaro, profesor en el departamento de estudios latinoamericanos en San Diego State, ha soportado y cumplido en sus años como activista en México.

Un artículo publicado por la cadena televisiva Telesur, dijo que el 96 por ciento de los casos donde un activista es asesinado en México, no pasa por un proceso judicial y no se cumple justicia, lo cual hace esta una vocación peligrosa.

“Si no te encarcelan o te asesinan por ser un activista en México, pues eres de los que tienen suerte”, dijo Clark-Alfaro.

Clark-Alfaro ha dedicado la mayor parte de su vida defendiendo a grupos marginados en México.

Nacido y criado en Tijuana, Clark-Alfaro desde una temprana edad cuestionaba la pobreza que existía en varios sectores de la ciudad. Al paso del tiempo, su interés hacia los problemas sociales fue incrementando y decidió que iba a dedicar su vida a ayudar a los demás. Cuando Clark-Alfaro se graduó de la preparatoria, se fue a la ciudad de Morelia, donde cursó dos años para convertirse en un sacerdote.

“No tenía la vocación del celibato, y es por eso, me regrese a la ciudad de Tijuana”, dijo Clark-Alfaro.

Clark-Alfaro dijo que la razón por la cual quiso convertirse en sacerdote fue para poder ayudar a los necesitados. Al ver que no podía tener la vocación de un sacerdote, se regresó a la ciudad de Tijuana donde realizó una carrera en turismo en la Universidad Autónoma de Baja California. Después de terminar la carrera en turismo, se fue a la ciudad de México donde realizó su segunda carrera en antropología social.

En 1983, Clark-Alfaro ingreso a UCSD para obtener un doctorado en antropología. Como estudiante, comenzó un estudio en el que se enfocaba en las vendedoras ambulantes indígenas de la calle revolución, una de las calles más importantes de la ciudad de Tijuana en cuestión de turismo. Es debido a esta investigación de universidad que comenzó la trayectoria de Clark-Alfaro como activista.

Clark-Alfaro dijo que comenzó simplemente por observar a las mujeres indígenas trabajando. Fue en ese momento donde se dio cuenta de las injusticias que estas mujeres sufrían a diario en sus vidas.

“Al ver a las mujeres indígenas ser perseguidas y extorsionadas por la policía municipal, pues me causó un gran impacto”, dijo Clark-Alfaro. “Yo miraba a las mujeres siendo perseguidas con sus hijos en la espalda tratando de escapar del abuso de la policía”.

Las condiciones en las que vivían las mujeres indígenas sorprendieron a Clark-Alfaro y decidió por reunirse con la comunidad indígena, en la cual les propuso hacer una protesta en contra de las injusticias que vivían a diario.

“Fui a la comunidad indígena y me reuní con alrededor de 100 personas”, dijo Clark-Alfaro. “Les dije que no podíamos permitir en el país la persecución de la población indígena”.

En 1984, Clark-Alfaro organizó una protesta en donde unió a más de 500 indígenas y protesto en el centro de Tijuana. Debido a esta protesta, la comunidad indígena se dio cuenta de su potencial, y surgió un movimiento.

Desde este punto, Clark-Alfaro estableció una relación con la comunidad indígena del estado de Baja California, en donde comenzó a demandar derechos humanos. La comunidad indígena comenzó a fortalecer, y logró conseguir la atención del gobierno estatal. Clark-Alfaro nunca se identificó como el líder del grupo, si no como un asesor. Sin embargo, el gobierno estatal etiqueto a Clark-Alfaro como el líder de la comunidad indígena, y estuvo en su mira.

“Al principio, yo solo era una curiosidad para el gobierno”, dijo Clark-Alfaro. “Solo me miraban como ‘el antropólogo’ que andaba en las calles gritando a favor de los indígenas, pero después ya no fui ‘el antropólogo ya me había convertido en un problema político”.

Para 1986, la comunidad indígena se convirtió en una organización masiva, la cual el gobierno ya no podía ignorar. El gobierno mexicano comenzó una campaña en contra de Clark-Alfaro con el propósito de desacreditarlo pública y moralmente. Clark-Alfaro dijo que el gobierno le pagó a uno de los miembros de la comunidad indígena y le prometieron un puesto en el gobierno, con la condición de que acusara y denunciara a Clark-Alfaro de haberle robado dinero a los indígenas.

“Cada semana por seis meses, aparecían artículos en el periódico en donde decía que yo había robado dinero de los indígenas”, dijo Clark-Alfaro. “En lugar de desacreditarme, me victimizaron frente a la sociedad, y todo mundo se dio cuenta me querían meter a la carcel por todo lo que estaba haciendo”.

La campaña, con la intención de desacreditar a Clark-Alfaro, llegó a su conclusión cuando la primera plana del periódico decía “Victor Clark Culpable”.

“Esa noche, cuando llegue a mi casa, estaban mis abogados afuera de mi casa”, dijo Clark-Alfaro. “Me dijeron que no era un problema jurídico, si no político, y me aconsejaron irme a los Estados Unidos”.

Clark-Alfaro se quedó en San Diego por un mes mientras la situación se calmaba en Tijuana. Al regresar a la ciudad de Tijuana, Clark-Alfaro se reunió con un ex profesor que era en ese momento el oficial mayor de gobierno.

“Él me dijo ‘qué estás haciendo allí defendiendo a los indígenas, vente a trabajar al gobierno del estado’”, dijo Clark-Alfaro. “Yo le dije que no, yo tengo mis convicciones, no me me interesaba en convertirme en burócrata del gobierno”.

En 1987, Clark-Alfaro creó el Centro Binacional de los Derecho Humanos en Tijuana, con el propósito de expandir su activismo hacia otros grupos marginados de la ciudad.

En esta época, Clark-Alfaro ya se había convertido en un nombre reconocido por las autoridades mexicanas.

Clark-Alfaro trabajó en más de 180 casos que trataban con victimas torturadas por la policía mexicana. Clark-Alfaro comenzó a ser amenazado por la policía mexicana cuando trabajaba en estos casos.

Las amenazas por parte de la policía estatal fueron publicadas en Amensty.org, en donde especifican que tres policías estatales quienes estaban siendo acusados por tortura amenazaron a Clark-Alfaro.

Clark-Alfaro también comenzó a denunciar a la policía debido a actos de corrupción que estaban cometiendo, en donde los policías demandaron a Clark-Alfaro bajo cargos de difamación. Este incidente llegó a ser publicado en la revista nacional, Proceso, en donde señalaron que, si fuera necesario, Clark-Alfaro fácilmente sería otorgado asilo político a los EE.UU.

“Debido a todas las denuncias que estaba haciendo en ese tiempo, comencé a recibir amenazas”, dijo Clark-Alfaro. “El secretario de gobierno me dijo que mi vida estaba en grave riesgo, que era un asunto de seguridad nacional, y me otorgaron escoltas”.

Estudiantes que han tomado su clase, la cual consiste en viajes semanales a la ciudad de Tijuana, han sido testigos de la efectividad de su activismo.

Ivette Lorona, graduada de SDSU, la cual tomo dos clases de Clark-Alfaro, dijo que el profesor es casi como una celebridad.

“Un vendedor en la calle llegó una vez y empezó a agradecer al profesor Clark”, dijo Lorona. “Comenzó a decirnos que el profesor lo había ayudado en tiempos difíciles”.

Jose Enriquez, graduado de SDSU que ha colaborado con Clark-Alfaro en proyectos de investigación, dijo que ve al profesor como un mentor e inspiración.

“El hecho de que ha sido activista de los derechos humanos por muchos años demuestra que es algo que se puede realizar”, dijo Enriquez .

“Cada vez que recibía una amenaza o mi vida corría peligro, me alentaba a seguir continuando”, dijo Clark-Alfaro. “Me convencía más que podría cambiar el mundo”.

A pesar de haber recibido pasado por dificultades, Clark-Alfaro no tuvo la intención de detener y no planea hacerlo.

“Ayudar a la gente necesitada se ha convertido en un estilo de vida”, dijo Clark-Alfaro. “No me arrepiento de nada”.

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