El 13 de noviembre, mientras estaba en clase, un amigo periodista freelancer de Tijuana me contactó para preguntarme si quería cubrir la caravana de centroamericanos que acababa de arribar a la ciudad.
Comencé al día siguiente a cubrir la llegada de los migrantes a la frontera, y no me detuve por 11 días seguidos. Estando sumergido en la situación de estas personas que llegaron a la frontera, vi en primera persona lo que la gente hace por sobrevivir y las condiciones humanas que algunas personas sostienen con tal de llegar a territorio estadounidense.
El plan de estas personas era muy sencillo desde un comienzo. Llegar a EEUU porque el país de Honduras no tiene mucho que ofrecer para estas personas. Al hablar con la mayoría de los migrantes, puedo decir que alrededor de 90 por ciento de los que llegaron en la caravana eran de origen hondureño y el resto era de Guatemala o de El Salvador, países que constituyen el triángulo norte de Centroamérica.
Antes de comenzar a cubrir esta situación, muchas personas comenzaron a crear conspiraciones. De que Donald Trump financió la caravana para que en el futuro, pueda financiar su muro. Un tío que me vio en la calle quiso debatir conmigo hasta de esto. Y aunque en realidad, muchas veces la gente no sabe lo que ocurre detrás de actos políticos como estos, y puede que algo de lo cual nosotros no nos estamos dando cuenta esté sucediendo, para mí, es bastante fácil comprender la situación de los centroamericanos que están emigrando de su país.
Es bastante simple y hasta orgánico, si una persona está en un lugar donde no tiene oportunidad de progresar y su vida está bajo constante peligro, se irá de ahí. Es un acto bastante simple y humano, cualquier persona que esté bajo esta presión escapará. Nadie quiere irse de su país de origen, al menos que sea para trabajo o de vacaciones, pero nunca por necesidad.
El país de Honduras es uno de los países más peligrosos del continente americano. Hablando con los migrantes presentes, muchos me dijeron que escapaban amenazas de muerte, y que aparte, el trabajo es escaso. Algunas de las personas que hablaron conmigo dijeron que familiares de ellos habían sido asesinados por las pandillas que controlan el territorio, que algunos padres de familia escapaban de la violencia que sus hijos posiblemente iban a enfrentar si seguían viviendo ahí.
Otra cosa que me tocó ver fue mucha desinformación que fue transmitida más que nada por medios locales de la ciudad de Tijuana. La desinformación y el concentrarse en notas amarillistas hizo que el racismo de residentes tijuanenses tomara efecto.
El primer día que comencé a cubrir esta situación fue cuando los residentes de Playas de Tijuana llegaron violentamente a sacar a los centroamericanos que se estaban quedando en el malecón de la playa.
Violencia ocasiona violencia, pero a los que vi creando esos actos, fueron a los residentes tijuanenses. Vi como desde la delegación de policías, vecinos de playas caminaron furiosos hasta el malecón cantando el himno nacional tratando de ahuyentar a los centroamericanos en el malecón. Llegue segundos después de que se desatara una pelea, y desde ese día, a todos los centros americanos que han llegado se les está dando refugio en una unidad deportiva llamada Benito Juárez que fue acondicionada para ser un albergue.
La última cifra que obtuve de cuántas personas estaban quedándose en el refugio fue de 4,731, y eso fue el pasado viernes.
Llegué a ver cómo la gente arriesgaba su vida en la carretera de La Rumorosa que conecta a Mexicali y Tijuana, deteniendo a camiones de carga que pasaban mientras trataban de subirse. Ese día, aunque no llegué a presenciarlo, atropellaron a un adolescente de 17 años en la carretera. El ver cómo la gente arriesga su vida para escapar de su país me dio una idea de que tan mal está la situación en el triángulo norte.