Hasta ahora, mis artículos para Mundo Azteca han principalmente criticado otros países que he visitado.
Parte de la razón es porque quería pintar una foto que demostraba que estaba teniendo el mejor tiempo estudiando en España, porque eso es lo que se supone debes hacer. No fue hasta que leí el artículo de Zach Engberg, otro escritor internacional en The Daily Aztec, que me di cuenta que mi superficialidad no me estaba haciendo ningún bien.
Mis primeros dos meses en Europa fueron buenos. Viaje mucho, probablemente demasiado, y pude relajarme no haciendo nada por primera vez en dos años.
Poco a poco, mientras mi dinero se desaparecía y con más tiempo lejos de casa, me di cuenta que no me estaba divirtiendo tanto como mi página de Instagram mostraba. Me sentía sola y extrañaba mi casa.
Durante un tiempo, no quise aceptar esto.
Ver videos de mis amigos me trajo felicidad y tristeza. Las llamadas telefónicas con mi novio me rompían el corazón porque lo extrañaba y hablaba con mi madre cada día porque la extrañaba también.
Me distraje con tantos viajes los dos primeros meses que descuide cómo me sentía adentro y cuando tuve tiempo de procesar lo que sentía, me costó.
Todo empezó porque me comparaba con otras personas.
Comparé mi experiencia estudiando en España con las de otras personas en mi escuela.
Yo solo había salido seis veces por la noche mientras en Europa. Tenía cuatro amigas y además de mis viajes, no salía de mi apartamento.
Debido a que no soy antisocial, pensé que había algo malo conmigo.
Yo pensé que en España iba a salir todo el tiempo, hacer amigos y tener el mejor tiempo de mi vida. Pero la situación era muy diferente.
Dos de mis cuatro amigas en España constantemente me molestaban con preguntas y exclamaciones como “¿por qué no sales con nosotros”? y “¡Tienes 20 años y estas en Europa, deberías salir”!
Yo les explicaría varias veces porque no quería pero continuaban a preguntarme.
Ellas probablemente pensaron que sus preguntas cambiarían mi mente pero no.
No les importaba cuántas veces les decía que odiaba ir a las discotecas hasta las 7 de la mañana (a esa hora cierran las discotecas en España), cuidar a otras personas cuando salía o vestirme para una fiesta y no divertirme.
Sin saberlo, ellas sólo me hacían más nostálgica, y me hacían preguntar qué es lo que yo quería.
¿Por qué vine a estudiar aquí?
Aparte de los países increíbles que he visitado, nada sobre este viaje es tan especial. Mis clases eran más interesantes en San Diego State, tenía más amigos y un trabajo en California, y no tengo nada de eso aquí.
Empecé arrepentirme de mi decisión lo más que pensaba de mi viaje.
Empecé a contar los días hasta que volviera a casa y me dormía más tarde porque quería hablar con mis amigos por más tiempo.
Me despertaba después de las 2 p.m., comía, miraba Netflix todo el día, no salía de la casa y descuidaba de mis sentimientos.
Un día, todas mis emociones comenzaron a caer sobre mí mientras yo me preguntaba, “¿por qué decidí estudiar aquí”?
Dejé mucho para venir aquí. Dejé la oportunidad de conseguir una posición más alta en The Daily Aztec, una pasantía de verano, un trabajo, mi novio y la seguridad de graduarme a tiempo y ¿para qué? Además de los sellos en mi pasaporte, ¿que he ganado?
Pasé mucho tiempo pensando que me había arrepentido de haber venido porque lo que había dejado atrás parecía mucho más de lo que estaba recibiendo. Pensé que porque no estaba experimentando el típico estudio en el extranjero, había venido por nada, pero eso no era cierto.
Hay mucho más que aprender en el extranjero además de las fiestas y los viajes.
Hasta hace unas cinco horas, no me había dado cuenta de cuánto yo había cambiado durante este viaje.
Definitivamente, me he vuelto más independiente y autosuficiente.
Sin haberme dado cuenta, he aprendido mucho sobre la cultura española.
Aunque en general, las clases aquí son aburridas, he aprendido cómo reportar con mis ojos más abiertos y me di cuenta de la influencia que el periodismo tiene en todo el mundo. También me di cuenta lo afortunada que soy de poder estudiar periodismo en un país con muchos empleos, porque los periodistas españoles no tienen el mismo lujo.
También he aprendido que no es saludable compararme a los demás y tratar de impresionar a todos. Esto estaba bajando mi felicidad y me estaba arruinando la experiencia.
Por último, me di cuenta que al final del día, la única persona que tengo soy yo y tengo que ser feliz. No hay nadie más que debo agradar o impresionar excepto yo. Necesito hacer cosas que me beneficien. Tengo que tomar decisiones para mí, aunque frustren a otras personas.
Fue una dura lección que tardó meses para aprender, pero me alegro haberla aprendido aquí.
Aunque a veces pensé que me había arrepentido venir a España, estoy agradecida por esta oportunidad, y no cambiaría mi decisión por el mundo.